Navegando por allí me topé con esta columna del blog de "El Mercurio"... nunca es tarde para encontrarse con alguien que me haya representado tanto con lo que escribe. Tanto que, si fuera diputado, me apropiaría de este artículo. Citando la fuente, y remarcando que es de Agustín Squella, lo comparto con ustedes. Leyendo estos artículos me siento que no soy el único que piensa así
FRIVOLIDAD Y EDUCACIÓN
Nuestros limitados logros en materia educacional pueden hallar su causa en algunas ideas, tan equivocadas como ampliamente compartidas, acerca de qué significa educarse.
De partida, se ha exagerado hasta la majadería en la necesidad de una educación continua, como si sólo viviéramos para educarnos, y se ha exagerado también en la relación entre educación y trabajo, reduciendo aquélla a simple capacitación, a una suerte de precalentamiento laboral cuyo único sentido estaría dado por los puestos a que permite acceder.
La lógica del parvulario se ha extendido a los demás niveles educativos, presentando la educación como si se tratara de un juego, como si ella tuviera que ser siempre divertida, trivializando los contenidos de las asignaturas, los métodos de enseñanza y la disposición al trabajo que los alumnos deben mostrar en las salas de clases.
De la mano de la falacia de que recibir educación tiene que ser tan liviano y entretenido como jugar, se ha instalado la idea de que educarse es una tarea fácil que no requiere mayor esfuerzo de profesores y menos de estudiantes, produciéndose una especie de “conspiración contra la dificultad”, una de cuyas manifestaciones es que a la hora de leer se prefieran versiones resumidas a textos completos.
Puestos a hablar de derechos y de deberes, soy de los que prefieren estar más atentos a los primeros que a los segundos, aunque no por ello dejo de ver con preocupación cuánto se enfatiza hoy en los derechos de los estudiantes y cuán poco se habla de sus deberes, hasta el punto de que el derecho a tener educación pareciera no conllevar el deber de esforzarse por alcanzarla una vez obtenida la matrícula del caso. Peor aún, el derecho a la educación pareciera incluir el de tener buenas notas, un malentendido cuya expresión más desvergonzada es el siguiente grafiti que vi pintado en un recinto universitario: “Aprobar es un derecho humano”.
La obsesión con las mediciones de la calidad de la educación parece haber desplazado al interés por la calidad misma, de manera que los procesos de enseñanza y aprendizaje se enfocan más a los resultados que los establecimientos pretenden obtener en tales mediciones que a los que de hecho estén produciendo en niños y jóvenes.
Se pregona también que hoy todo se reduce a aprender a aprender, como si quienes pagan por la educación de sus hijos pudieran satisfacerse con que éstos pasen y pasen de curso sin llegar a saber absolutamente nada. Y un acento en los métodos antes que en los contenidos de la enseñanza ha producido profesores bien adiestrados en recursos metodológicos, pero mal preparados en la materia de sus disciplinas, con el resultado de que más de un profesor pueda disertar hoy con mayor facilidad acerca del uso del pizarrón que sobre los temas de su asignatura.
Pusilánimes y algo acobardados ante no pocos jóvenes que quieren tomarse la vida sin responsabilidad y la educación sin esfuerzo, no nos atrevemos a hablarles de deberes y hasta transformamos en ícono a cualquiera de ellos que se eche los deberes al bolsillo.
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2008/08/22/frivolidad-y-educacion.asp