Me pregunto cómo habrá sido para Jesús ser un reformador de su propia religión. Así como María no rezaba el Rosario, Jesús no era cristiano, era judío. Me puse a ´pensar hace unos días que, realmente, Jesús venía a darle cumplimiento a la promesa de Dios al pueblo judío, y los propios judíos no lo recibieron. Si todo hubiese transcurrido “normalmente” (si cabe lo normal en los planes de Dios), Jesús debería haber sido bien recibido por los sacerdotes, que deberían haber aprendido de su mensaje. En resumen, judaísmo y cristianismo habrían sido una sola religión, no dos. Cuando veo a católicos desmerecer a Iglesias protestantes, muchas veces apelando a la antigüedad de la Iglesia Católica, no puedo evitar pensar en que los judíos deben haber dicho lo mismo de los cristianos en sus inicios.
Imagino los comentarios que los vecinos le harían a María a la salida de las sinagogas: “tu hijo no respeta las tradiciones, tu hijo se junta con prostitutas, tu hijo no guarda el ayuno, trabaja el sábado, toca a los leprosos, no se lava las manos…”Imagino que debe haber sido duro para Jesús comenzar a encontrar podredumbre en su religión, ver testarudez, deseos de grandeza, mezquindades, hipocresía. Lo imagino preguntándose si había que buscar mejorar su religión “desde adentro” o dar el paso más rupturista e ir a la pelea. Acogiendo a quienes quisieran sumarse, pero emprendiendo un camino distinto generando un Cisma en el judaísmo, al fin y al cabo.
Jesús habla poco del infierno, y muchas veces lo hace en parábolas. La única vez, creo, que lo hace directamente hacia alguien, es contra los fariseos y los maestros de la ley de su tiempo. A partir de los escándalos de pedofilia del último tiempo, releía el capítulo 23 de San Mateo, de lejos lo más duro que dijo Jesús, y es escalofriante lo actual que suena: “Lían fardos pesados, difíciles de llevar, y se los cargan en la espalda a la gente, mientras ellos se niegan a moverlos con el dedo. Todo lo hacen para exhibirse ante la gente: llevan cintas anchas y borlas llamativas en sus mantos. Les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas; que los salude la gente por la calle y los llamen maestros. Vosotros no os hagáis llamar maestros, pues uno solo es vuestro maestro, mientras que todos vosotros sois hermanos. En la tierra a nadie llaméis padre, pues uno solo es vuestro Padre, el del cielo. Ni os llaméis Rabbí, pues vuestro Maestro es uno sólo, el Mesías.(…) ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de Dios! ¡Vosotros no entráis ni dejáis entrar a los que lo intentan! ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que devoráis los bienes de las viudas, mientras hacéis largas oraciones para que os tengan por justos! ¡La sentencia para vosotros será más severa! ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis merecedor del fuego el doble que vosotros!(…) ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la lealtad! ¡Eso es lo que hay que observar, sin descuidar lo otro! ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os bebéis el camello! ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa y así quedará limpia por fuera! ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os parecéis a sepulcros encalados: por fuera son hermosos, por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda clase de impurezas! Así también vosotros, por fuera parecéis honrados a la gente, por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”. Viendo en estos días a Santidades, Excelencias, Monseñores y Príncipes de la Iglesia vestidos con fajas anchas y discutiendo cómo se encubrió la inmundicia por fuera, se me hiela el corazón leyendo esto.
¿Qué le puedo decir yo a quiénes, a montones, deciden abandonar la Iglesia? ¿No es lo que en su momento hizo Jesús? ¿Qué le digo a quienes deciden, eclécticamente, quedarse con algunos modelos cristianos, pero mandar a la mierda a la Iglesia, el Vaticano, los católicos, y lo que se le parezca? ¿Decirles que hay católicos sinceros de corazón, honestos, que buscan seguir a Jesús? También en tiempos de Jesús había judíos sinceros de corazón, honestos y buenos, como Nicodemo y José de Arimatea. No es fácil encontrar respuestas frente a una realidad que nos abruma y entristece.
Nuevamente, como tantas veces, mirar a Cristo crucificado permite esbozar una respuesta. Contemplar a un Jesús fracasado, abandonado por todos, me hace ver que Jesús sabía, porque quiso encarnarse entre nosotros, de nuestras debilidades humanas. Jesús, observando la cobardía y debilidad de Pedro, lo nombra Pastor de sus hermanos, aun sabiendo su vulnerabilidad ante el Maligno “Simón, Simón, mira que Satanás te ha pedido para sacudirte como al trigo” (Lc 22) Después de momentos preciosos con sus discípulos, la madre de dos de ellos le pide que les asegure un lugar en el Cielo. En el momento decisivo de su vida, se duermen y no lo acompañan. Y con todo eso, no opta por llevarse a un grupo de aventajados al desierto, sino que sigue con los que escogió. Convencido como estoy de que nuestra Iglesia necesita un remezón fuertísimo, veo que Jesús amó nuestras debilidades humanas, y así y todo nos escogió para que estuviéramos con Él y mandarnos a predicar. Cuántos más capaces, más comprometidos y más sabios habrá habido en su tiempo, y quiso escogerlos así, imperfectos, cobardes y débiles. Sea cual sea el camino, creo que no irá por el lado de decir “creo en Jesús, a mi manera, no me importa lo demás”. Condenar y enmendar la soberbia de creernos únicos portadores del mensaje de Cristo debe ir, necesariamente, de la mano de asumir que la cosa es entre todos, que seremos proclives al pecado, y desde allí hay que buscar. El mismo Dios es quien quiso hacernos partes de su proyecto, como su más grande gesto de amor.
Cuando digo todo esto, quisiera dejar en claro asumir nuestra debilidad humana no significa aceptar la pedofilia. Pedófilos habrá en instituciones de todo tipo mientras haya pedofilia. El pecado acá es la soberbia que hace pensar en la imagen antes que en las personas, en querer ocultar para tapar los escándalos. Soberbia que nace de creernos mejores que los demás, que nos hace crear una imagen y vender nuestra alma a fin de conservarla, soberbia a la que todos estamos expuestos. Con menos soberbia habría sido tanto más fácil tomar las decisiones correctas.
El mensaje de Cristo es común a muchos de los credos del mundo. Quizás la gran diferencia está en que creemos en un Dios que quiso ser uno de nosotros, conocer nuestras miserias y amarnos con todas ellas. La fidelidad a Cristo habrá de pasar, necesariamente, por una búsqueda comunitaria de Él. Esto siempre trae el riesgo del extravío del camino y las penurias de toda organización humana, pero no hacerlo nos lleva, finalmente, a olvidar lo más decisivo de Cristo: que se hizo uno de nosotros, con nuestras bellezas y nuestros horrores, y por nosotros quiso morir. Alejarse de esto puede que nos haga mejores seguidores de su mensaje, pero nos hace también dejar de lado su mayor acto de amor, precisamente el haberse encarnado entre nosotros.
Domingo
Hace 15 años
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